Post date: Oct 6, 2013 4:04:14 PM
Decenas de familias capitalinas llevan hasta 10 años habitando en campamentos del Gobierno del DF, en los que deberían haber permanecido sólo tres meses.
Olvidadas por las autoridades, estas personas viven en condiciones de hacinamiento en cuartos de lámina de 16 metros cuadrados que ni siquiera tienen ventanas.
En los campamentos, administrados por el Instituto de Vivienda del DF (Invi), esperan una oportunidad de conseguir una casa propia a falta de recursos para pagar una renta.
Otras personas llegan ahí luego de haber sido desalojadas de zonas de alto riesgo o víctimas de algún accidente.
Acompañado por expertos en vivienda y derechos humanos, REFORMA visitó los campamentos de Observatorio, donde viven 20 familias; la Colonia Roma, con 12, y Eje Central, en la Colonia Guerrero, con 55.
"Aquí no hay calidad de vida. Está completamente desvirtuado el concepto de campamento porque no se trata de una vivienda permanente.
"No deberían estar aquí más de tres meses, y hay gente que lleva 5, 10 o más años", aseguró Juan Carlos Mercado, miembro del Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos.
Cerca del Metro Observatorio, viven 20 familias que fueron desalojadas de zonas de riesgo.
"Vivía en San Bartolo Ameyalco. Había riesgo de que se nos cayera un cerro encima y nos trajeron para acá. Nos prometieron una casa. Ya llevamos 7 años y nadie da razón", narró una vecina.
Hacinamiento, disputas con los vecinos, nula privacidad e incertidumbre por no saber cuánto tiempo más vivirán así son la constante de estas familias.
Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia, lamentó el abandono en que se hallan estas personas.
"Si no tienes un espacio de privacidad para la construcción de tu identidad, terminas perdiendo tus matices de persona", dijo.
"Están invisibles para las autoridades, lo que los pone en un lugar de completa indefensión".
Cuestionado al respecto, el Invi se negó a dar el número exacto de campamentos en el DF y de las familias que los habitan.
Durante un recorrido por el campamento de Observatorio, los arquitectos Juan Carlos Mercado y Juan Ramón Martínez, miembros del Centro de la Vivienda y Estudios Urbanos AC (Cenvi) explicaron que el material utilizado para la habilitación de los cuartos es ideal para un campamento, no para que funcione como una casa permanente.
Y es que, a comparación de otros campamentos hechos en su totalidad de lámina, en Observatorio se utilizó fibra de caña y aditivos que al no recibir mantenimiento, tiende a desmoronarse y filtrarse, poniendo en riesgo la seguridad de sus habitantes.
"El sistema está adecuado para un campamento como propiamente se le nombra, pero para una vivienda permanente a la que no se le dará mantenimiento es algo imposible; bajo estas condiciones su tiempo de vida es de un año y medio", explicó Martínez.
Asimismo, coincidieron en que la estadía de una familia en un campamento no debería sobrepasar los tres meses, sin embargo, en este campamento ubicado a un costado de la central camionera de Observatorio, aún viven unas 20 familias desde hace unos siete años.
'No me puedo quejar'
El amor a sus hijos hizo que Doña Meche dejara Chiapas y emprendiera la aventura en la Ciudad.
Y aunque deseaba estar cerca de ellos no quiso molestarlos, por lo que con apoyo de una asociación civil consiguió un cuarto en el campamento de Luna 8, en la Colonia Guerrero.
A lo largo de 7 años ha compartido su vida con los habitantes de otros 54 cuartos que conforman el campamento y quienes están a la espera de que el Instituto de Vivienda capitalino (Invi), les otorgue un crédito para tener su casa.
"Me desespero cuando voy a donde mi hija, le digo 'ya me voy a mi cantón', no puedo dormir en otro lado, no me hallo", aseguró.
"Está chiquito, pero aquí estoy contenta, tengo mis amigas y todos nos apoyamos".
Bajo una estricta organización, quienes aquí viven han mantenido por más de dos décadas el control del lugar.
"Aquí todo es comunitario; si algo se descompone se les avisa a todos para que cooperen, el gas lo pagamos todos, el agua también", explicó Teresa Legorreta, habitante de este campamento desde hace 20 años.
"Si queremos vivir tranquilos debe haber reglas, por ejemplo, quienes no pagan el gas se le pone candado a las regaderas; todo debe ser parejo".
Ubicado en el corazón de la Colonia Guerrero, el acceso es restringido, sólo tiene una puerta la cual para abrirse requiere llave.
A pesar de no contar con ventanas, los habitantes se las han ingeniado para hacerle un hoyo a la lámina e improvisar un lugar para que, titubeantes, algunos rayos de sol iluminen sus hogares.
Aunque por conceso deci dieron que no se permitiría tener mascotas, la llegada de dos gatos callejeros hizo una excepción a la regla, pues aseguraron, ellos matan a los ratones que se cuelan al campamento.
Asimismo, en algunos de los cuartos se las han ingeniado para poner sus centros de trabajo, como la carpintería en la que trabaja Martín.
"Hay que ganarse la vida, entonces aquí le echamos ganas", aseguró.
A pesar de no estar exentos a los roces entre vecinos por no estar de acuerdo con las reglas, quienes aquí viven aseguraron ser felices.
"Mi vida es normal, no me ha dado las comodidades en grande pero sí he vivido bien, yo no me puedo quejar de mi albergue", aseguró Legorreta.
Sueña con su cuarto
Próximo a cumplir 12 años, Diego aún duerme con sus padres.
No lo hace por gusto, sino porque en el cuarto de lámina en el que vive no hay lugar donde acomodar una cama para él.
Hace ocho años Diego llegó a vivir al campamento ubicado en Zacatecas 6, en la Colonia Roma, y aunque jamás ha tenido una habitación para él solo, sueña con tener su propio espacio.
"Quiero mi cuarto para jugar la FIFA y poner mis pósters", aseguró el también aficionado al Cruz Azul.
"No me gusta vivir aquí, los baños huelen feo y están cochinos".
Instalado en medio de dos edificios y tapado por anuncios publicitarios, en este campamento viven 12 familias.
La falta de dinero para pagar una renta orilló a Eduardo y Maximina, padres de Diego, a vivir en el campamento.
Mensualmente pagan 250 pesos para solventar los gastos que el campamento requiere, cantidad que les da posibilidad a ahorrar para juntar los cerca de 60 mil pesos de enganche para acceder a un crédito del Instituto de Vivienda (Invi).
"Es muy problemático porque hay muchos servicios compartidos como los baños, las regaderas y los lavaderos", comentó Eduardo.
Con un poco de imaginación lograron acomodar en el cuarto de 16 metros cuadrados una cama matrimonial, una mesa, la estufa, lavadora y pequeños sillones.
Pese a que el campamento cuenta con regaderas comunitarias, actualmente no funcionan por lo que se bañan a "jicarazos".
En abril próximo Diego cumplirá 12 años y aunque su madre le ofreció un pastel para que invite a sus amiguitos, el pequeño descartó la idea, pues no quiere llevar a sus amiguitos a su casa.
Habitan entre ratas
Las 20 familias que viven en el campamento de Observatorio, no sólo aprendieron a vivir en cuartos de 16 metros cuadrados, así como compartir cocina, baños y regaderas, sino que, además, aprendieron a vivir entre ratas y cucarachas.
Hace 7 años el Instituto de Vivienda (Invi) levantó un campamento cerca del Metro Observatorio para dar hogar provisional a unas 120 familias que habitaban en zonas de riesgo de la delegación Álvaro Obregón.
Al paso del tiempo la mayoría de las familias ya han dejado los cuartos hechos de fibra de caña y aditivo para comenzar una nueva vida en una casa propia, por lo que poco a poco el campamento ha sido desmantelado.
Sin embargo, unas 20 familias aún viven en este lugar.
El olvido del lugar es evidente, algunos de los cuartos han sido abandonados y convertidos en depósitos de basura.
"Todo esto es una cochinada, hay ratas y cucarachas y nadie nos apoya", lamentó Guadalupe, madre de familia, quien vivía en Ferrocarril de Cuernavaca.
Pese a que el lugar cuenta con 14 regaderas, sólo funcionan 3, además de que los sanitarios -también comunitarios-, están destrozados.
Además, los techos de los cuartos ya presentan goteras.
Para entrar al campamento no hay ninguna restricción, por lo que en la noche los vecinos deben lidiar con borrachos, drogadictos e indigentes que accesan en busca de un lugar donde dormir.
La estancia en este lugar no tiene un costo para las familias, y, pese a que quincenalmente la Delegación envía una pipa de gas para llenar el tanque estacionario para que cocinen y se bañen, las familias lo que esperan es su vivienda.
Por Dalila Sarabia, Periódico Reforma, 6 de Octubre del 2013